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«Un buen día en el vecindario»: Tom Hanks y el poder de la representación

La película «Un buen día en el vecindario» (A Beautiful day in the neighborhood, 2019), protagonizada por Tom Hanks, no tuvo un estreno comercial en cines argentinos a pesar de su nominación al Oscar. Sin embargo, la cinta logra sostenerse sobre el poder de la representación como vehículo para modificar el mundo real, tal y como lo planteaba Aristóteles en la Poética.

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La historia gira en torno a Lloyd Vogel (Matthew Rhys), un periodista que debe escribir un artículo sobre el héroe nacional Fred Rogers (Tom Hanks) en medio de una crisis personal. Vogel se enfrenta a los conflictos con su progenitor (Chris Cooper), quien lo abandonó cuando era niño y debe lidiar con su reciente rol como padre.

Rogers dedicó su vida a un programa de televisión en el que intentaba que los niños pudieran manejar sus emociones. En la película, se convierte en una especie de psicólogo no solicitado de Vogel, obligándolo a enfrentar y transformar su ira que lo consume. El actor Tom Hanks, quien interpreta al personaje de la vida real, es la pieza fundamental para que la película funcione. Gracias a su habilidad para transmitir emociones, Hanks logra conectar al público con la historia.

Vogel, un escritor escéptico que se forjó una reputación como develador de falsedades, encara su asignación en esa dirección: desenmascarar al hombre real tras el mito del Sr. Rogers. Pero se encuentra con alguien extraordinario, alguien que cree su propio personaje, y que tiene la habilidad de transformar la cotidianeidad de aquellas personas que cruzan su camino.

La directora Marielle Heller construye un andamiaje permanente en el que ficción y realidad se unen de manera sutil pero efectiva. Desde la textura de la imagen en las recreaciones del programa de televisión, hasta la maqueta que funciona como transición cada vez que los personajes se desplazan de una ciudad a otra, los elementos visuales no-reales ganan entidad y modifican nuestra percepción de la realidad.

En una escena cuasi surrealista, Vogel cree ver a Rogers y comienza a perseguirlo, se toma un micro y sueña/delira que se convierte en una de las marionetas que el señor Rogers utiliza en su show. Ese momento es crucial para el personaje, porque es a través de esa no-realidad que comienza a modificar sus conductas.

Mr. Rogers en carne y hueso.

La música es otro elemento fundamental en la película. El personaje de Rogers la utiliza permanentemente para comunicarse y conectar con los demás. Así, la cinta nos habla de muchas formas de representación: la escritura, la música, los títeres, la televisión, y por inferencia, el cine, todos ellos vehículos para pensar los problemas más inherentemente humanos. En este sentido, no es casual que la película elija hablar de la relación entre padres e hijos como ese vínculo conflictivo que nos forja desde la niñez, para bien o para mal, en las personas que somos.

En conclusión, «Un buen día en el vecindario» es una película que utiliza el poder de la representación para mostrar cómo las emociones pueden ser transformadas a través de la conexión humana.

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