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«Garrafa» Sánchez, una leyenda en las artes líricas del fútbol argentino
Fue un devoto del caño, la gambeta, el firulete, el engaño y la pausa. Sin duda la picardía e inteligencia en su juego terminó siendo un símbolo del fútbol potrero.
Sin duda los futbolistas argentinos tienen una historia que los hace únicos en «su especie». Era bajito un poco «rechoncho» y calvo, sin embargo, obtuvo un lugar inolvidable en la importante galería de los jugadores que trascendieron, así fue José Luis Sánchez, un nombre más de oficinista que de crack singular. Siempre aseguró que si no fuera por el fútbol hubiera trabajado toda la vida en lo mismo que su padre: repartiendo gas, por suerte para él – y para todos-, se convirtió en exelso futbolista y de su padre solo heredó indirectamente su apodo «Garrafa«.
Justo le cayó ese apelativo tan prosaico, cultivando las artes líricas del fútbol para hacer reír a los aficionados; fue un devoto del caño, la gambeta, el firulete, el engaño y la pausa. Sin duda la picardía e inteligencia en su juego terminó siendo un símbolo del fútbol potrero, cuando ya empezaba a extinguirse ese 10 zurdo, apareció «Garrafa» Sánchez, y aunque no fue lo suficiente para llegar a la Selección, no le hizo falta para que hoy sigamos recordando su arte en la cancha. Él prefirió su barrio a cualquier otra aventura delirante más allá de su casa, donde vivió y encontró la muerte.
Las anécdotas son muchas, como sus jugados pases y goles, y todas remiten a un lugar: Laferrere, localidad de ese «loco y delirante» Buenos Aires, una megalópolis dividida entre la capital y su extrarradio, llamado el conurbano, el gran Buenos Aires, un arrabal gigante donde vivián más de 12 millones de personas que tenían una pasión, el fútbol. De ahí era el crack singular «Garrafa Sánchez».
Para el periodista Leo Peluso, «el ascenso no es la profesionalización del fútbol de barrio. Es jugar en canchas de mierda, sin comodidades, con árbitros que te pueden bombear, hinchadas tremenda encima. Es el fútbol de clubes pero con todas la peculiaridades de lo amateur, con toda la impronta del potrero», y seguido aseguró: «Y en todo caso Garrafa Sánchez es figura emblemática».
Cabe resaltar que Peluso, es oriundo de Laferrere y fue amigo de «Garrafa», quien debutó a sus 19 años como los grandes, contra Almirante Brown, jugó de lateral izquierdo, pero desde la primera jugada mandó como si fuera un enganche. No lo movieron ta de la posición.
Cuatro años después pasó a El Porvenir de Gerli, otro club tradicional del Ascenso. Con el cambio de siglo vivió un paréntesis de unos meses en el Bellavista Uruguayo, y volvió al conurbano bonaerense para fichar por Banfield en 2000, con el que ascendió a Primera como estrella indiscutible. Las lesiones lo devolvieron a Laferrere en 2005. En todos los equipos desarrolló un catálogo con sello indeleble: aparentemente escondido sin el balón, en cuanto se lo daban hacía saltar el sismógrafo con su repertorio de regates y amagues, ganando línea de fondo dentro del área en vez de buscar el córner, esperando al rival para tirarle un caño, dando pases de berbiquí directos al gol, marcando tantos trascendentales para ascender una categoría o salvarla.
Las jugadas del inolvidable crack singular del fútbol argentino: